Buscando el prestigio perdido

aquellos que leen estas reflexiones de cada sábado, recordarán mi insistencia a la hora de golpear las conciencias de los responsables de los partidos para que entren en un análisis de la calidad humana y profesional de aquellos y aquellas que integran en sus listas electorales. Se trata de conseguir que recuperen la cultura de contar con personas valiosas que aporten decencia y prestigio a la vida pública, personas con méritos y reconocimiento social que no busquen en la política riquezas exprés o crecimiento de estatus social. O lo que es lo mismo, personas que arropen las siglas y no al contrario.
Claro que en las actuales circunstancias es difícil conseguir que profesionales serios aparquen sus profesiones para meterse en política, teniendo en cuenta que cualquiera que se asome a la cosa pública se convierte en un sospechoso. Hemos llegado hasta aquí porque el listón de méritos para ocupar cargos públicos se ha puesto tan bajo que el mayor de los méritos consiste en “horas de sede”. Conozco a Pedro Puy desde hace muchos años, fuimos compañeros de claustro de la USC y ya entonces demostró tener capacidad más que sobrada para ser un hombre destacado dentro de la política. Con sólida formación y compromiso, Pedro es un buen ejemplo de político útil. Aporta credibilidad, prestigio, honorabilidad y capacidad.
Por ello no me sorprendieron sus declaraciones cuando hacía una llamada a la sensatez de los que tienen la responsabilidad de elaborar las listas electorales y ponía en valor los méritos y las trayectorias de los que podrían aspirar a ocupar cargos públicos. Lo hizo con naturalidad, sin ofender a nadie. Hacía mucho tiempo que no se escuchaba a nadie hablar sobre esta cuestión y lo hizo en un momento oportuno, pues la elaboración de listas está en estudio y se acerca el momento de poner nombres sobre la mesa. No es casualidad que otras formaciones barajen nombres como los de Manuel Valls o Vargas Llosa para engrosar candidaturas atractivas que devuelvan a la política el prestigio perdido.
La tarea es compleja pues solo un loco aparta su profesión para entrar en una política de barro y fango, para ser compañero de los que hacen del escapismo un arte cuando los vientos arrecian, para compartir espacio con robacarteras que llegaron lejos sin más mérito que ser amigo de fulano o mengana y que se lo juegan todo a una golfada porque no tienen nada que perder. Los demás perdemos mucho cada vez que un mediocre ocupa un cargo que utiliza para enriquecerse.
Antiguamente los políticos decían que su aspiración era poder pasear por las calles con la cabeza muy alta tras su paso por la política. Hoy parece que a muchos esto les da igual, porque no tienen ni ciudad, les da igual ser alcalde de su pueblo o jefe de Correos en Valladolid, lo que les importa es pasar a mejor vida de la mano de la política y si para ello han de comprometer su vida, familia o amigos les da igual porque han hecho de la política su forma de vida y están dispuestos a permanecer cueste lo que cueste. Pasan por ahí sin pena ni gloria, nadie los recuerda porque nada hay que recordar y su hoja de servicios es un folio en blanco. Espero y deseo que lo dicho por Pedro Puy haga pensar a algunos. Sería bueno para todos.

Buscando el prestigio perdido

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