Quien te quiere te aporrea

Durante la primera quincena del mes de marzo los medios de comunicación se volcaron con las deportistas, las artistas, las científicas o las políticas. Se habló de las profesiones más o menos machistas, de lo mucho que se ha avanzado y del otro tanto que queda por hacer. Se habló de la igualdad, de las barbaries que sufren las niñas y mujeres en el Africa más pobre o en los ricos estados islámicos. Se dedicaron páginas a columnas de opinión de periodistas y periodistos, políticos y políticas, académicos y académicas. Páginas con gráficos y tartas que nos mostraron lo desiguales que somos, lo mal pagadas que estamos y lo poco que mandamos. Escuchamos debates en el Congreso de los Diputados (y diputadas) y en el Senado (ya puestos, Senada) y por supuesto en las 17 cámaras autonómicas. Participé en debates sobre la diferencia salarial entre mujeres y hombres, discutí sobre la etiqueta de “feminista” y defendí mi derecho a no usarla. Ni ninguna otra, no creo en ellas. Estuve en tertulias donde se debatió sobre la politización de la igualdad y en otros donde me quedé atónita al escuchar a altas directivas defender que en materia de conciliación las mujeres debían “buscarse la vida”.
Defendí la lengua que aprendí al nacer y mi convicción de que la equidad no pasa por feminizar el lenguaje. No voy a aceptar que nadie ponga en duda mi trabajo por la igualdad por no utilizar el llamado lenguaje no sexista. Me niego a creer que las mujeres y la igualdad entre los sexos sea patrimonio o bandera de nadie. Bastante sometidas hemos estado para que ahora debamos plegarnos a la tiranía de un pensamiento único. También se discutió sobre corresponsabilidad y horarios, y muchas veces se hizo en horas intempestivas, cuando probablemente las madres jóvenes estaban bañando a sus bebés o recogiendo a los niños del cole.
Pero durante estos quince días se habló sobre todo de violencia. Del estupor que causa ver las relaciones de sometimiento entre adolescentes... El móvil como arma de control y acoso. De ese sentimiento tan irracional de pensar que los celos son la prueba del amor. Ahora la violencia contra ellas la vemos en imagen real, las cámara se convierten en los testigos de las palizas. De estos quince días se me quedó grabada la imagen de una joven de 19 años que después de caer al suelo por las patadas de su novio, al ver que él se marchaba se levanta y corre hacia su agresor para que no le abandone. “Quien te quiere te aporrea”, decían las señoras mayores. Al ver a esa chavala correr hacia su maltratador me acordé de este dicho popular que demuestra cuan vieja es la violencia machista y cuán complejo será encontrar una solución.

Quien te quiere te aporrea

Te puede interesar