Pintoras en la sombra

Que el mundo del arte es sinónimo de progreso, de apertura y tolerancia es uno de esos mitos que se han asentado a lo largo de la historia, pero no se corresponde en la realidad. Hace unos meses desde esta misma tribuna comprobamos la escasa presencia femenina en los certámenes literarios o en los premios cinematográficos más relevantes. Como si una mano negra persistiera en ponerle un velo el talento creativo femenino y lo dejara aparcado en la sombra de almacenes y zaguanes.
Esta semana he descubierto de manera pasmosa que en la pintura sucede lo mismo. Por primera vez en en sus casi dos siglos de existencia el museo del Prado dedica una muestra a una mujer. La elegida es una artista flamenca: Clara Peeters. Poco se sabe de ella, ni siquiera el año exacto de su nacimiento, a finales del siglo XVI. Solo eso ya nos enseña cómo la historia, narrada de manera casi exclusiva por varones, va tejiendo a lo largo de los siglos un manto de olvido sobre ellas.
Clara Peeters no podía asistir a una academia para formarse y, por ello, toda su obra es de naturaleza muerta, un género que podía practicar en su domicilio. Acudir a una escuela de pintura era un privilegio exclusivo para los hombres y una manera de cercenar el desarrollo creativo de las mujeres. Muchas eran hijas o esposas de pintores que desarrollaban su talento bajo su alero y en muchos casos sus obras terminaban siendo firmadas por ellos. El gran Boccaccio sentenció tajante: “El arte es ajeno al espíritu de las mujeres, pues esas cosas solo pueden realizarse con mucho talento, cualidad casi siempre rara en ellas”. 
Cabe preguntarse cuántas obras permanecen aún escondidas, cuántas autoras ocultas bajo nombres masculinos. El Prado cuenta con casi 8.000 pinturas catalogadas, sin embargo solo se exhiben cuatro obras de tres pintoras. El resto de las creaciones de una treintena de artistas duermen  en los almacenes. 
Cuando escarbamos en la historia femenina encontramos tal cantidad de injusticias que parece imposible repararlas. Esta muestra de Clara Peeters abre una puerta a compensar siglos de silencio. Peeters “es una figura clave del bodegón”, afirma Miguel Falomir, director adjunto de Conservación e Investigación del Prado, “no solo la hemos elegido por ser mujer y no va a ser la última.” ¡Menos mal! Y todo esto en pleno siglo XXI.

 

Pintoras en la sombra

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