El pan nuestro de cada día

Probablemente el pan sea unos de los alimentos más antiguos. Nació en Mesopotamia en el tercer milenio antes de Cristo. Ha sido un alimento común a distintos pueblos y culturas a lo largo de la historia. Símbolo de bienvenida, de hospitalidad y de buena fe. Se preguntará usted, lector, qué tiene que ver esto con mi habitual comentario dedicado siempre al mundo de la mujer. Pues resulta que es una mujer, la catedrática del Área de Tecnología de Alimentos de la Universidad de Santiago, la doctora María Ángeles Romero Rodríguez, quien coordina una Cátedra del Pan y Cereal. Es una cátedra institucional entre el Campus de Lugo y el Grupo Dacunha.
La iniciativa tiene por objeto realizar un estudio histórico de la elaboración del pan en Galicia y de su impacto económico, pero lo fundamental es, a mi juicio, el aspecto que mira al futuro. Romero dirige un equipo de profesores que trabaja en la mejora de los cereales que permiten la producción del pan gallego y derivados: se trata de implantar metodologías innovadoras en los procesos de panificación de manera a aportar valor añadido al producto. Es decir, la adaptación de la producción de nuestro pan de cada día a la actualización tecnológica de nuestra época. Desde este rincón de opinión suelo llamar la atención sobre la falta de presencia femenina en la dirección de proyectos, en general y, en particular, el escaso liderazgo femenino en los proyectos universitarios.
Hoy toca felicitarnos. En primer lugar porque sea una mujer quien dirija esta cátedra, en segundo, porque ella establece una sinergia indispensable entre universidad y empresa. Y en tercer lugar porque la iniciativa demuestra cómo un producto tan antiguo, tan apegado a la tierra madre, puede adaptarse a la era tecnológica y crear riqueza. Esta tarea es esencial para que los sectores productivos tradicionales devaluados o poco competitivos renueven su potencial de crecimiento a través de la investigación y la innovación. Para ello el papel de los equipos de investigación de las universidades es clave.
Es cierto que tender puentes estables entre la investigación académica y el tejido empresarial sigue siendo una asignatura pendiente. También es incontestable que estas sinergias son responsabilidad de ambos actores y, por tanto, los dos deben poner en práctica fórmulas de colaboración. La cátedra del Pan es ejemplo de voluntad de cooperación y lo es también en cuanto al liderazgo femenino universitario. Es la prueba de que, poco a poco, la dirección de proyectos en las aulas magnas abre las puertas al talento, conocimiento e iniciativa de las mujeres.

 

El pan nuestro de cada día

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