El enemigo viene después

La palabra crisis, tristemente, se ha puesto de moda. A menudo, la utilizamos para referirnos a las situaciones difíciles en el panorama político, económico, social, laboral y hasta personal. Vivimos en una batalla constante y continua contra los elementos que-aunque poco tiene que ver con las sanguinarias guerras que padecieron en sus propias carnes muchos de nuestros padres y abuelos-, son igualmente procesos altamente tormentosos y de complicada solución. 
En el ámbito político-económico, el mundo se ha convertido en una bomba de relojería que, en gran medida, ha ido engordando a base de la explotación de los países más pobres en favor de los más ricos… Y, es que el que tiene poco, no se lo puede gastar en luchar y en defenderse contra la injusticia… y, como el que tiene mucho lo sabe, aprovecha la ocasión para enriquecerse más, aunque sea a costa del abuso. 
Lo mismo sucede en el campo social. Me estremece la pérdida de principios y valores de la que hacen gala los más jóvenes y los que, no siéndolo tanto, se han adaptado perfectamente a unos tiempos en los que las personas verdaderamente educadas se cuentan con los dedos de las manos; ya que muchos seres han elegido el tener que el ser… y- cuando esto sucede-, poco cabe esperar que nos aporte un entorno enfermo por el tanto tienes, tanto vales.
En lo que a lo laboral se refiere, los impuestos, los altos costes salariales y la deriva a la que han sido relegados los cimientos del crecimiento económico del país –también llamados autónomos–; hacen que proliferen de debajo de las piedras funcionarios de toda índole que empobrecen al estado.
Tras este repaso por las problemáticas más frecuentes, no podía dejar de mencionar aquellas relacionadas con el ámbito personal, en el que crisis puede llegar a ser todo- en según qué ocasiones- y, generalmente, a causa de unos hijos maleducados por unos padres que trabajan de sol a sol o por unos ejemplos anti sociales que pisotean la honorabilidad del ser humano… Por no hablar de la proliferación de progenitores exhaustos y frustrados, que muestran de puertas para dentro su malestar por una vida que no les satisface en absoluto.
Muy a mi pesar, esta humilde pensadora con lenguas en los dedos, lamenta tener que recordarles que lo peor de las crisis es lo que viene después, porque mientras estamos inmersos en ellas, todavía tenemos recursos y fuerzas de los que echar mano, pero una vez que la amenaza se aleja y sentimos recobrar el control, apenas nos queda ni una cosa ni la otra... Así que lo único que nos resta es el consuelo de haber aprendido algo, aunque solamente sea para prevenir y tratar de evitar en la medida de lo posible que lleguen los lodos que siempre traen los polvos. 

El enemigo viene después

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