Caminos de felicidad

reamos en lo que creamos y, sobre todo en algunas etapas más que en otras, a todos los seres humanos nos preocupa el devenir que seguirán ciertos acontecimientos que a menudo nos ocupan, preocupan, arrastran y hasta parecen engullirnos. A veces, el miedo a una mala resolución de los hechos nos impide pensar con claridad. Nos dejamos dominar por el pensamiento negativo y, sin quererlo, elegimos vivir una vida con más espinas que rosas… Y digo que la escogemos, porque estoy casi segura de que –en cierto modo– son nuestras cabezas las que tienden a inclinarse a cerrar puertas o a abrir ventanas.
Absolutamente ningún mortal de nuestra especie está libre de ser pasto de las tormentas que, a menudo, sacuden nuestras vidas de rayos y truenos… Pero la diferencia fundamental en la resolución de las mismas, radica en que unos encuentran recursos en sí mismos para ver el temporal como algo pasajero; mientras que otros primero se rompen y después se dedican a lamerse las heridas de por vida.
Estar de un lado o del otro es algo que no se elige, pero que, sin embargo, puede aprenderse. Nos pasamos media vida estudiando materias que se supone que son fundamentales para llevar a cabo un buen trabajo –generalmente para los demás–, pero dedicamos muy poco tiempo a nuestro conocimiento personal. Si lo hiciéramos, si nos enseñaran desde pequeños a convivir con nosotros mismos y a comprender el porqué de nuestras acciones y reacciones, viviríamos mejor en nuestros amasijos de pieles, huesos y sentimientos; porque –al comprendernos– nos sentiríamos más plenos y contribuiríamos a componer un mundo bastante más feliz, ya que solamente se puede repartir aquello de lo que uno tiene.
La imaginación interpreta un papel clave en los finales de las secuencias de la película de nuestra vida. Desde mi experiencia personal e introspectiva, las posibilidades de conseguir lo que uno se propone se multiplican cuando se es capaz de imaginar lo que se desea y llega a aceptarse que hay diferentes caminos para lograr algo similar. Este ejercicio que, a primera vista puede parecer sencillo, resulta extremadamente complicado de llevar a cabo con permanencia y consistencia en el tiempo. La causa habita en recovecos oscuros de nuestros cerebros que nos dirigen inexorablemente a un miedo que, puede ser muy útil, si se aprende a tapar de inmediato con el pensamiento positivo que nos ocupa y aprovechamos de él lo justo para circular con precaución… Así que ya lo saben, en mi opinión, ser feliz es ser dueño de una capacidad de visión dos escalones por encima de la travesía y estar emocionalmente capacitado para aceptar ciertas circunstancias aparentemente desfavorables, pero sin dejar jamás de pelear por la vida que a cada cual le gustaría tener… Y mientras luchamos, vivimos… que no es poco.

Caminos de felicidad

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