Presupuestos a cara o cruz

La Marea Atlántica ha puesto, de nuevo, todos los huevos en la misma cesta. Ha decidido dejar en manos del Partido Socialista la decisión de dotar, o no, a Coruña de su más potente herramienta de crecimiento y desarrollo: los presupuestos. Ferreiro ya ni se esfuerza por tratar de guardar las formas. Mientras en el PP no tenemos ni el primer papel, los socialistas ya han fijado la semana que mañana comienza como el momento de tomar su decisión.

Falta de papeles oficiales, y a tenor de lo que va transpirando a través de los medios de comunicación, 2019 tampoco va a ser el año de A Coruña. No al menos en los primeros meses. Por el momento, lo único cierto que hay es un presupuesto prorrogado que es, por definición, no expansivo. Lo saben muy bien las asociaciones de la ciudad, que esperan, preocupadas, que al menos un modificativo de crédito, que será solicitado por el PP en el pleno del lunes, les aporte algo de seguridad. El plan B, el que depende de cómo se levante mañana la cúpula socialista, tampoco es nada esperanzadora. En los últimos tiempos, asistimos con asombro a una vorágine de anuncios de la Marea que son, en realidad, un brindis al sol. Puro postureo. ¿Cómo se puede prometer una escuela infantil en el Ofimático, un centro cívico en Matogrande o reformas en tres mercados municipales –por citar algunos ejemplos– sin tener ni cerrado un presupuesto? ¿Realmente no se ponen colorados anunciando ahora la apertura de la piscina del Castrillón, sin presupuesto ni proyecto? El plan C, el de verdad, el que habita en el cajón de las intenciones de Ferreiro, lo que recoge es que da igual. Poco cambia tener o no tener presupuesto si la tendencia es mantener la ciudad paralizada. En 2018 fueron 55 millones sin ejecutar. Con ese ritmo, y el desprecio de la Marea por Coruña y los coruñeses, sobra descaro para promover un plan contra las pintadas que no se podrá aplicar antes de otoño, para convertir el futuro de la fachada litoral en un concurso con carpa circense incluida, para seguir enredando con el Remanso o la Comandancia de Obras… 

En realidad no hay plan, ni proyecto, ni ilusión. Mientras en la ciudad el riesgo de pobreza ha crecido en cinco puntos entre 2015 y 2017 –o revela el IGE–, en María Pita las preocupaciones tienden a los codazos para colocarse en la lista electoral, en los delirios de convertir el municipalismo en un invento genuinamente neoyorquino y en alejar, cada vez más, el Palacio Municipal de la realidad de la calle. Grandes oportunidades han pasado por delante de nuestras puertas: la de bajar el IBI; la de dotar a la Falperra de un centro de salud digno; la de viajar en clase preferente hacia la Intermodal o de abrir nuevas escuelas infantiles, de dinamizar el mercado laboral, de abrir la ciudad a un verdadero plan de vivienda y rehabilitación. Muchas de ellas volverán a pasar, pero hay que estar muy atentos. A Coruña no puede seguir desperdiciando ocasiones. 

Cuando tratas de recuperar en seis meses lo que no has hecho en cuatro años vas al examen con cuatro conceptos cogidos con pinzas y confiando que el vecino de pupitre te resuelva el trámite dejándote copiar. A Xulio Ferreiro solo le queda cruzar los dedos para que los socialistas levanten el pulgar. Todo dependerá, exclusivamente, de los cálculos en términos de rédito electoral del nuevo socialismo coruñés. No es sorpresa. La ciudad lleva desde mayo de 2015 sometida a ese compadreo y el tándem Marea-PSOE no ha dado muestras de querer corregir el rumbo. 

En cualquier caso, con presupuestos inejecutables o con ellos prorrogados, el impulso que nuestra ciudad necesita para recuperar el esplendor perdido no puede ni debe depender de un cara o cruz. No perdamos más el tiempo, apuntalemos las necesidades básicas, sacudámonos el frío de este invierno y preparémonos para no repetir errores y recuperar la ilusión. Que pronto será primavera.

Presupuestos a cara o cruz

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