Ni para lo ordinario, ni para lo extraordinario

Para miles de coruñeses, el 10 de diciembre de 2018 fue un día perdido. Durante siete horas la ciudad se convirtió en un callejón sin salida en el que los conductores se vieron atrapados y los usuarios del transporte público nos vimos peatonalizados por necesidad. Xulio Ferreiro no apreció en el colapso de ese día ni emergencia ni excepcionalidad, pese a los miles de coruñeses que perdieron parte de su jornada metidos en sus coches sin recibir ni una explicación.
Es cierto que los accidentes son, por definición, sucesos eventuales que alteran el orden regular de las cosas. Imponderables. Un camión se atasca en un túnel y la caprichosa fortuna en su versión más retorcida empotra un bus urbano contra un andamio en el peor sitio a la peor hora.
El día a día de cualquier gobierno local del mundo es hacer lo mejor para servir a su ciudad, pero debe estar preparado para gestionar posibles contratiempos. Y la Marea Atlántica ha vuelto a demostrar –lo lleva haciendo tres años y medio– que la gestión de lo cotidiano en la ciudad le viene muy grande. 
No es la primera vez que se atasca un camión en el túnel de María Pita. Ocurrió y volverá a ocurrir si no se refuerza, de una vez por todas, la señalización del gálibo en los túneles y la información en los paneles.
Pero a diferencia de otras ocasiones, esta vez hay tres circunstancias imperdonables. La primera es la nula capacidad de reacción. El Ayuntamiento tiene sobrados recursos y acreditados profesionales como para haber dado una respuesta rápida y eficaz al caos que se produjo. Los coruñeses nos preguntamos por qué no apareció de inmediato un dispositivo policial que regulase el tráfico y que impidiese que los coches siguiesen entrando en el atasco. Por qué no se pusieron paneles movibles a la entrada de la ciudad o por qué no se habilitó, de manera excepcional, la circulación en superficie por la Marina.
Son preguntas que esta semana nos hemos hecho todos. Todos, menos el Gobierno de la Marea.
La segunda componente es la respuesta del gobierno. Hubiese ayudado a calmar los ánimos que alguien reconociese su error. O al menos que no dijera que no tenían motivos para ponerse al frente del asunto porque no era una situación de emergencia. Señor Ferreiro, de emergencia no pero, ¿de urgencia? ¿Sabe acaso cuantas urgencias personales tenían los coruñeses que se quedaron atrapados en el atasco? 
Y la tercera es la inexistente aplicación del plan de movilidad que hizo el PP. En tres años y medio fueron incapaces de llevar adelante ni una sola medida significativa del único plan de movilidad que ya tiene la ciudad. Ni una modificación de las líneas de autobuses urbanos, ni un carril bici sin conflicto, ni una plaza de parking más…
Volvamos al diccionario, cuya consulta es siempre aconsejable y esclarecedora. Define la Real Academia emergencia como suceso, accidente que sobreviene y, en una posterior acepción, situación de peligro o desastre que requiere una acción inmediata. ¿Requería lo sucedido el lunes una acción inmediata? ¿Pudo generar algún peligro? ¿Fue un desastre? Responda cada uno en función de su experiencia, de su lunes negro particular.
Cantaba Rubén Blades que Nueva York es (lo era a finales de los 70) la ciudad de los ocho millones de historias. Coruña no es Nueva York, nin falta que fai. No es, ni siquiera, Manhattan. Es seis veces menos. Pero los coruñeses escribimos cada día unas 250.000 historias y el lunes la inmensa mayoría de esos relatos estaban cargados de rabia e indignación. Nos merecemos un Gobierno local capacitado para gestionar y, por encima de todo, sensible.
Xulio Ferreiro no está ni para lo ordinario, ni para lo extraordinario. El PP ha convocado la Comisión de Movilidad. Mañana le toca al Gobierno, al Ejecutivo de Ferreiro, rendir cuentas. Lo primero que se espera de él es, como mínimo, una explicación de por qué no hizo nada. Lo segundo, un plan para que esto no se vuelva a repetir. Veremos.
 

Ni para lo ordinario, ni para lo extraordinario

Te puede interesar