Una deriva peligrosa

Sentencia un viejo dicho que el hambre agudiza el ingenio y con la misma o más razón se puede afirma que la crisis excita los ánimos, como prueban las manifestaciones que se suceden en unas calles incendiadas en protesta justificada contra el mayor recorte económico y social de la democracia.

Pero en este escenario de crisis hay una excitación anímica peligrosa que afecta a bastante gente que en los periódicos impresos y digitales, en los medios hablados o audiovisuales, en las redes sociales y en la calle expresan, además de la protesta por los recortes, su indignación en contra de los partidos políticos y de todos sus dirigentes a los que identifican como los causantes de todos los males que padecen el país y los ciudadanos.

Desde el “no nos representan” que coreaba el movimiento 15-M ha ido creciendo una ola de cólera hacia la clase política que ya tomó cuerpo en alguna agresión física –en Galicia fue agredido un político que ahora ya no ejerce esa función– y hay varios casos de agresión verbal a cargos públicos que se produjeron en plena calle cuando salían de los coches para acudir a sus despachos. Hace unos días en Madrid, en las protestas contra las medidas del Gobierno, grupos de manifestantes se concentraron en las calles Ferraz y Génova para gritar consignas contra el Partido Socialista y el Partido Popular.

Es verdad que la clase política es percibida por los ciudadanos como el cuarto problema que tiene el país por la mala gestión y el despilfarro de recursos públicos de unos, por los abundantes casos de corrupción en sus múltiples manifestaciones de otros y por los muchos privilegios injustificables de casi todos.

Pero extrapolar el comportamiento de algunos políticos para culpar a todos es una deriva reduccionista muy peligrosa que puede allanar el camino a aventureros populistas que siempre están dispuestos a ocupar el espacio dejado por aquellos como “salvadores de la patria”.

La democracia necesita políticos capacitados, que son la mayoría, aptos para dirigir al país con solvencia pensando más allá del corto plazo electoral. Es más, la salida de la crisis pasa por los partidos y por los políticos a los que hay que exigirles que sepan estar a la altura de lo que necesita y merece el pueblo al que dicen servir. Esa es su responsabilidad y la hoja de servicios que han de presentar para volver a merecer la confianza del electorado.

Una deriva peligrosa

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