Los aplausos con los que los bañistas premiaron el esfuerzo de los socorristas de Riazor para salvar la vida a un hombre que había sufrido un infarto en la playa es el mejor homenaje a su entrega. Y lo es porque se trata de un reconocimiento espontáneo protagonizado por quienes fueron testigos directos de su dedicación. Quizá haya quien piense que es su obligación, y no cabe duda de que entre sus funciones está la de tratar de auxiliar a quienes estén en peligro, pero también es verdad que prolongar durante una hora las labores de reanimación demuestra una profesionalidad digna del mayor de los elogios.