REFORMAS EDUCATIVAS

Hizo bien el ministro Wert es dejar claro desde el primer momento de su comparecencia ante los medios que las medidas anunciadas no constituían la reforma educativa que el Gobierno tiene “in mente”. En parte, porque algunas de ellas son de carácter temporal y coyuntural. Y en parte, porque parecen estar pensadas y urgidas en clave económica, para ahorrar unos dineros –no muchos, por cierto– y aliviar en algo las deficitarias cuentas de las comunidades autónomas competentes en la materia.

Como era de esperar, no pocas de las críticas han surgido por el impacto que en la calidad educativa podría tener esa modificación al alza de la relación de alumnos por aula, aunque se trate de una medida temporal y coyuntural, que establece techos máximos, y que no significa más que una opción, pero no una obligación para las Administraciones educativas regionales.

Hoy por hoy donde nuestro sistema escolar muestra grandes debilidades no es en las grandes cifras e indicadores, sino en los resultados

 

De acuerdo con la nueva norma, se podrá pasar de 25 a 30 alumnos por clase como máximo en Primaria y de 30 a 36 en Secundaria. ¿Y esto incide o incidirá significativa y negativamente en la calidad de la enseñanza? Desde luego, los datos hasta ahora disponibles no lo ratifican. Y es que nuestro país dispone de unas de las ratios o proporción más bajas de toda la OCDE, muy inferior a la media y a cuatro de los cinco países que fueron líderes en el último informe PISA y, sin embargo, nuestros resultados allí fueron malos.

De hecho, el informe en cuestión, en el que se analiza la calidad de los sistemas educativos en los países más desarrollados, demuestra que aumentar el número de alumnos por aula y dedicar los fondos ahorrados a incentivar al profesorado eso sí que redunda en una mejora significativa de las competencias adquiridas por los alumnos. Y es que la clave de los centros docentes son sus profesores.

Por otra parte, el último PISA pone también en evidencia que cuando el nivel de gasto por alumno ha alcanzado un nivel adecuado (y aquí estamos en 5.000 dólares por encima de la media de la OCDE desde los 6 a los 15 años), aumentos adicionales en el esfuerzo inversor no conducen a mejoras en el rendimiento académico.

Los recursos en educación –dicen los expertos– son importantes hasta llegado un nivel a partir del cual cobran mayor relevancia otros aspectos como la autonomía de los centros, la calidad del profesorado, las políticas de evaluación periódica de los alumnos, la disciplina en las aulas, la competencia entre centros y la libertad de elección de los mismos.

Nuestro problema no son las grandes magnitudes. En realidad nuestros indicadores están en su mayoría por encima de la media de los países de la UE. Nuestro problema son los resultados. Aquí es donde el sistema educativo muestra debilidades enormes.

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