Presunto culpable

No niego que sea imprudente y poco compasivo. Que esté feo. Que precisamente estos días de conmemoración constitucional y alabanza de los derechos que recoge no sea lo propio. Pero no puedo evitar sentir una profunda satisfacción que a duras penas logro contener al ver las imágenes del furgón policial que la noche del miércoles conducía a Díaz Ferrán a prisión.

Me permito olvidarme de la presunción de inocencia. Es mucho tiempo de rabia macerada. De palabras arrogantes y actitudes soberbias que escuchamos impotentes, sin más consuelo que la crítica entre dientes y en voz baja. Porque el gurú de la economía sentaba cátedra. A sus consejos prestaban oídos los empresarios que le eligieron rey y a sus exigencias se plegaban los políticos, seducidos por sus influencias. Recuerdo con verdadera irritación aquello de que había que trabajar más y cobrar menos.

No es ejemplar, insisto, negarle la duda. Dejarme llevar por aversiones personales que me hacen creer sin vacilar un segundo que todas las acusaciones a las que se enfrenta son fundadas. Pero me resulta inevitable. Porque es un triunfo. Ahora mismo, Díaz Ferrán es el gestor negligente, el jefe desaprensivo, el codicioso sin escrúpulos, el usurero, el mentiroso, el malversador. Es todos los corruptos que amasan fortunas con la confianza de quien se cree intocable. Es todos los dueños que salvan su cuello a costa de sentenciar a sus empleados, amparados por leyes que perjudican al débil. Es todos los patrones indiferentes al abuso, que olvidan a las personas porque solo ven cuentas de resultados.

Quizá no sea el peor de esta suerte de ladrones de salón, pero poco me importa. Es momento de celebrar la caída de un (presunto) delincuente. Que pagará su fianza, se cobrará favores, saldrá indultado, resurgirá de sus cenizas como los monstruos de las películas. Pero no hoy. Esta noche dormirá en una celda. Y eso no devolverá sus puestos de trabajo a aquellos a los que dejó en la calle, no reflotará la economía nacional, no solucionará el drama del paro, la tragedia de los desahucios. No nos guiará hacia un futuro mejor, pero a algunos nos sacará una oscura y vengativa sonrisa. Que estábamos necesitando.

Presunto culpable

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