PERÍMETROS DE CONTENCIÓN

El Ministerio del Interior acaba de determinar el establecimiento de perímetros de contención para paliar en lo posible la acción de las protestas ante los domicilios particulares de políticos, objetivo directo de la recriminación social en múltiples aspectos, pero sobre todo, como es sabido, en lo que atañe a la banca, desde los que se refieren al oportunismo de las participaciones preferentes hasta los que se circunscriben al ámbito hipotecario y los consecuentes desahucios. La decisión conlleva un elevado componente de reacción por parte de quienes han encontrado en este tipo de protestas el último recurso a la indignación, motivado por la inacción política y la responsabilidad que al poder legislativo se le supone a la hora de defender cuestiones vitales para el conjunto de la sociedad. No cabe, evidentemente, respaldar toda acción reivindicativa si ello supone vulnerar los mínimos derechos ciudadanos, aun cuando se entienda que no todos los de este país no tengan la misma responsabilidad en determinados comportamientos. Casos se han dado en los que incluso la falta de información, la confusión o el desconocimiento perjudican a familiares de diputados o responsables políticos que, en ningún caso, pueden ser por ello destino inherente de las demandas y reivindicaciones colectivas. Voces como las del expresidente socialista Felipe González han sido claras a la hora de cuestionar tales acciones si estas, como se sabe, pueden atacar directamente derechos fundamentales como los que asisten a los hijos o los padres de quienes son foco de descalificación y rechazo. No todo vale. Como tampoco exabruptos como los del exdiputado del PP Sigfrid Soria a la hora de amenazar a quien –“perroflauta” los ha llamado– le acose por la calle. Puestos a tensionar, parece que nadie se queda al margen.
Puestos también a establecer perímetros de contención, lo cierto es que estos no se contemplan para quienes, teniendo la posibilidad y la obligación de poner límite a aquellas actuaciones que han devenido en las que padecemos, no hayan optado, o no den muestras suficientes de ello, por impedir, desde la legislación y la acción ejecutiva, todo origen de tales “males”. Lo dice el refrán: “Muerto el perro, se acabó la rabia”. Las dentelladas son profundas, como se constata día a día. Sin embargo, se siguen dando y, por lo que parece, la cosa no tiene intención de disminuir si atendemos a los insufribles, injustificables, y persistentes requerimientos de un sistema agresor por definición de estos agredidos que ahora, visto y sentido el diente hasta tocar hueso, a dentelladas tratan de defenderse. Sobre todo cuando entre los afectados también se encuentran niños que se quedan sin hogar o padres que han perdido todos sus ahorros. Por ejemplo.

PERÍMETROS DE CONTENCIÓN

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