Ojos para ver

En el Rosalía, ciclo principal, taquillaje agotado las dos representaciones, la compañía Cristina Rota estrenó “Un trozo invisible de este mundo”, escrito e interpretado por Juan Diego Botto y con la feliz interpretación de Astrid Jones, encarnando la congoleña Samba Martine, muerta en el centro de internamiento de Aluche. Los éxodos, migraciones, emigraciones y exilios constituyen el objetivo para analizar un mundo desquiciado y cruel. Cinco piezas como lecciones didácticas dirigidas, entre nubes de humo, por un enigmático y reduplicativo Sergio Peris-Mencheta. Baúles, maletas, cinta transportadora, cachivaches, trastos acumulados para desarrollar a través de monólogos –Arquímedes, locutorio, carta al hijo, Turquito y el privilegio de ser perro– un encuadre sesgado del entorno que sufrimos, bien conmoviéndonos, riendo o despertando emociones. Donde los dogmas personales propios son buenos y los ajenos malos y egoístas.
Hay un descamisamiento ideológico que se vuelve ciencia moral y paternalista, prometiéndonos paraísos populistas, incluidos tintes mitineros al bajar el telón. Así Botto no denuncia la raíz de las injusticias; tampoco analiza en profundidad todas las situaciones y menos llega con el bisturí hasta las honduras del mal. Sus intervenciones son alegatos deliberativos para convencer al auditorio o conmover a la multitud. Y utiliza –justo es reconocerlo– recursos, matices, énfasis, gestos, movimientos calculados, expresividad a ultranza. Son auténticas piezas oratorias en la línea de Demóstenes y Cicerón, pero olvidando adrede a rogelios, dictadores que están en la memoria colectiva y marchando a paso de carga contra la democracia establecida… El mundo no es invisible. Está aquí. A nuestro lado. Lo vivimos con sus miserias y grandezas. Sólo falta ponerse ojos para verlo.
Recordamos, pese a todo, su evocación de Lorca y la cultura.

Ojos para ver

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