Nubes que pasan

En el Fórum Metropolitano, media entrada, ciclo sin numerar, un gratísimo y sorprendente regalo: “Nuestra señora de las nubes”, de Arístides Vargas, servida por la compañía Óbolo bajo dirección original firme y poética de Lino Ferreira. Escenografía esquemática, amplia alfombra pasillera, dos sillas, luces, sonido, música y precisos afectos especiales. Encuentro de dos exiliados que evocan las vicisitudes y dramáticos acontecimientos que los han acompañado. Argumento a base de humor, pura delicatesen, cosida por conmovedores “sketchs”.
Interrelaciones humanas en plena ebullición enriquecedora. Hervores de frases dichas con propiedad y hermosura conceptual. Sobre el escenario la pareja apila emociones y sentimientos. Saltan ruidosos, buscándose a sí mismos en desplazamientos a otros lugares y encuentros, cuando todos coinciden en sus alforjas: pasión, afinidad, instinto, cordialidad, simpatía, delicadeza, sensaciones, sabores, alegrías, amor, aborrecimiento. Diferentes roles asumidos por los actores dejando constancia de buen hacer –ternura, gestualidad de discapacitado, comprensión paternofilial–; también interpretaciones de ideas: democracia violada, corrupción generalizada o valentía para quitarle sus manchas al tigre. Strip-teases iniciados para desnudar palabras. Emigraciones, abandonos, suposiciones para ensartar realidades que están a nuestro lado, incluida la pesca con pelícano, coleccionar cajitas de fósforos para juntar películas o tener una abuela selenita bañada por luz de luna.
Maravillosa Inma Nieto. Femenina, fresca, procaz, protestona, comprensiva, delicada, ruborosa, apasionada. Un registro polifacético que llena la escena y expande al público al ofrecer empanada gallega. Le da réplica –con superlativo super guay– Julio Cortázar, ese brillantísimo caminante de cielos contemplando las nubes que pasan.

Nubes que pasan

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