MIRANDO AL MAR

Que la Orquesta Sinfónica de Galicia cultive éxitos no sorprende a nadie, siendo más bien un hecho casi habitual, aunque sí podríamos citar dos tipos de variables que bien conjugadas le permiten alcanzar un estatus de excelencia artística.

Por un lado, están las variables controlables, como son la elección del programa a interpretar y del director encargado de llevar a buen puerto las obras. Entre las impredecibles y, por serlo se convierten en inevitables, se encuentran el estado anímico del público y la predisposición de los músicos, permitiendo acrisolar o no una escucha activa a través de un proceso de facilitación o relación ya no interespecífica, sino “inter pares”.

Todo ello estuvo tratado a la perfección en el programa de abono nº 14 de la OSG: “El holandés errante: obertura” de Richard Wagner, “Cuatro interludios marinos op. 33a” de la Ópera “Peter Grimes” de Benjamin Britten y la “Sinfonía nº 10 en Mim op.93” de Dmitri Shostakovich en cuanto a la música seleccionada, y Andrew Litton como maestro de ceremonias. Música excelente, de altura, con momentos geniales, tanto en las obras como en la Orquesta, con un motivo común entre las dos primeras: el mar –casi sugeriríamos “la mar”–, desde la perspectiva de los momentos vividos en el caso de Wagner, y desde el conocimiento y experiencia vital en el de Britten.

En Wagner, entre otros muchos aciertos, apreciamos el efecto de oleaje que crea la cuerda a través de un diseño de corcheas repetidas de forma diatónica y a veces cromática en movimiento ascendente y circular. En Britten nos subyugó el tratamiento de la agógica y el marcado eclecticismo musical por yuxtaposición del que hace gala en su obra. Recordamos sus “after” (Dowland, Rossini etc.). Especialmente notorio el tercer movimiento “Moonlight”, donde la sección de cuerda mostró un grado de expresividad y atención superiores.

Y en Shostakovich, obra que lleva su firma dentro de sus pentagramas aunque no se vea, respiramos el profundo lamento del inicio del primer tiempo, la angustia del segundo, la genialidad del tercero y en el cuarto volvimos a la angustia seguida por la radiante fuerza del final.

Convencidos aplausos y bravos por parte del público tras el último compás de la Sinfonía rubricaron una noche de música con fundamento.

MIRANDO AL MAR

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