MIRANDO A AMY

Soy del tamaño de lo que veo…” advirtió Pessoa. Quizás sea por eso que observo con cierta benevolencia el caso de corrupción que ha salpicado a la Fundación Ideas del PSOE (qué idea fundar algo tan de origen) en la persona de su director C. Mulas y su ex pareja, Irene Zoe. Lo hago, larga vista poética, porque advierto en el hecho la tierna elegancia de un tiempo en el que incapaces de retomarnos en la ética nos centramos en la estética, primando “per se” juventud y modernidad.

Me refiero a la ternura en la corrupción o, al menos, allí donde esta se torna tierna y guapa frente a las broncas “bárcenopalleroladas”. Y es que tras ese heterónimo compartido en la bonanza y la adversidad se antoja un halo de compromiso solidario a la par que cierto misticismo en una inocencia aún no pervertida pese a la perversión de la práctica.

Lo dicho, serían solo dos “piezas” más en este puzzle de podredumbre que va conformando nuestro ser social. Sin embargo, se me antojan lejanos a esa grosera avidez. La obnubilación no es tal, es solo el legítimo afán de reconocernos de verdad modernos y capaces en esa conciencia solidaria que ellos, qué más da cuál, reivindicaban. P

ero de nada vale cultivar esperanza en el invernadero “progre”, al final no fue solo ese escribir compartido, hubo también subvenciones y cargos a dedo. Y es que nuestra exacta dimensión ética viene dada por lo que hacemos y no por como nos ven o cómo lo vemos.

MIRANDO A AMY

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