LA PAZ IMPOSIBLE

Sobre todo, en Madrid, donde la ciudadanía suele estar más al tanto de lo que acontece entre los componentes del Gobierno. Bueno, pues en la Villa y Corte ya se empieza a decir que los componentes del Consejo de Ministros andan como p… por rastrojo.
A saber: De Guindos y Montoro se la tienen jurada mutuamente y cuando se despachan a gusto con sus gentes de confianza, se ponen uno al otro como no digan dueñas. Y, de golpe, un nuevo conflictillo: el ministro de Defensa, Pedro Morenés, se lamenta amargamente de que el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, intenta quemarle prerrogativas que pertenecen claramente al campo del primero.
Por otra parte, cobra cuerpo el comentario de que el ministro Wert –tan querido por todos los españoles y una auténtica bendición para la educación y la cultura de nuestro país– anda ennoviado con una de sus secretarias de Estado y, en consecuencia, se afirma también en los mentideros de la capital del oso y el madroño que la supradicha señora ya ha pedido el divorcio de su legítimo para poder bailar “as veiras” del tan queridísimo ministro en cuestión.
Por otra parte, algunos componentes del Consejo de Ministros están así de cabreados con Alberto Ruiz-Gallardón por haber suscitado un contencioso gratuito con su drástica reforma del aborto. Hasta tal punto, que el cejijunto Alberto está empezando a dar marcha atrás, con el inenarrable disgusto del cardenal y arzobispo de Madrid, Rouco Varela. Si a esto añadimos las cuitas de la Mato, la Soraya y la Cospedal, que merecerán comentario aparte y pormenorizado, ya tenemos, los sufridos españolitos, una nueva edición de la Casa de los Líos, el Patio de Monipodio o la Corte de los Milagros.
Y, vive Dios, que necesitamos cualquier cosa menos eso. Y eso, es todo lo antedicho.
¿Y Rajoy? Ni está, ni se le espera.

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