La Coruña, somos así

La copla asegura, crítica y nítida: “al entrar en La Coruña, uña, / lo primero que se ve, / son las ventanas abiertas y las camas sin hacer”. Ignoro de donde procede la peyorativa frivolidad con que pretenden herirnos. Seguramente porque unos “trabajan” como negros aunque ello no los transforme en locomotora de Galicia, y otros, contemplando su campo de estrellas, miran a Dios pero olvidan golpear con el mazo para conseguir unos objetivos económicos tan necesarios en el mundo de hoy. Porque la calle sigue siendo prolongación del la explosiva vida vecinal. Siempre contentos, bulliciosos, enfrentándonos con buena cara a cualquier aciaga circunstancia o al fracaso más resonante.

La semana pasada nuestra urbe ha vuelto a dejar constancia del viejo dicho burlón e irónico, pero sin ninguna trastienda. No preguntes nunca a un gallego de dónde es: si es de La Coruña te lo va a decir y si no fuera le vas a hacer pasar un mal rato. Toreros apoteósicos para rabia de las “antitouradas”, salieron por la puerta grande del coliseo con muy buena entrada y sin tanto “tifus” como corridas de otros años; Teresa Herrera para revalidar el trofeo decano del fútbol nacional; regatas de traineras en la ensenada de Orzán-Riazor; Noroeste Por Rock para llenar de nostálgica alegría a Nonito Pereira y derramar juventud por Riazor hasta el abarrote; la feria del libro en los jardines de Méndez Núñez; casas regionales, habaneras, folklore, conciertos, bailes, etc., etc. Incluidas las tripulaciones de Tall Ships Race adornando nuestro puerto y con su señorío, elegancia y garbo las calles de esta ciudad de mares de esquina.

Cruzando los pasos de cebra –jamás tantas gentes nos visitaron al unísono– creí encontrarme en China o Japón porque los viandantes ocupaban todos los espacios y convenía espabilar ante los atascos de tráfico rodado. Acogida y buen humor. Conciencia urbana singular.

 

La Coruña, somos así

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