Joaquín Romero Marchent

La necrológica de un rotativo madrileño me informa el fallecimiento de Joaquín Romero Marchent, director cinematográfico y de series televisivas muy populares, escritor de guiones, comentarista y técnico en mil cosas. Parpadean mis sentimientos y se arruga mi corazón al evocar, entre su múltiple y variada producción –aparte Coyotes, Curros Jiménez, “spaghettiwestern” y compañía–, su filme más entrañable “El paraguas blanco” y el rodaje en La Coruña, Betanzos y Puentedeume de la película policíaca “El club de los nazarenos”.

Sin embargo yo instalo a Tatín –cariñoso apodo de trato coloquial para sus amigos– en la cándida niñez del “érase una vez”, que jamás se olvida. Allá en los trágicos años de nuestra última guerra incivil, desplazado con su familia a nuestra ciudad. Todavía vivo aquel chalet de la Ciudad Jardín, donde comparecía para contarnos sus historias y batallas inventadas. Como fabulador encomiable, creador de situaciones y vicisitudes para mil personajes que se hacían reales arrebatándonos al tiempo aciago, y miserable que nos corroía… Las palabras de Tatín tenían calidez y delicioso atractivo para los rapaces que le escuchábamos embelesados. Así deseo vivirlo. Como ilusión y esperanza. Con su firmeza y acento chulesco que nos transmitía al objeto que hacer creíbles las fantasías más inverosímiles. Cualquier incidente le motivaba para lanzar al aire la cometa de los sueños que con su cola pintaba colores transportándonos a un mundo feliz.

Estoy seguro de que en su tránsito mantiene la alegría y amenidad de entonces. Sin fijarse límites. Ahora está entre nubes, buscando unos rapaciños –naturalmente, dotados de alas– a quienes contarle historias, cuentos y bellezas; dándose por completo cual hiciera con nosotros en tales tiempos de silencios.

 

Joaquín Romero Marchent

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