Iván Prieto

Iván Prieto ( Barco de Valdeorras, 1977) expone en Moretart una serie de piezas realizadas la mayoría en cerámica refractaria, de forma de busto o cabeza, en las que juega con la ambigüedad morfológica; se trata de criaturas que bien pueden ir revestidas de un disfraz carnavalesco como hallarse en trance de simbiosis entre lo humano y lo animal, también tienen cierto carácter de ídolos primitivos y, en general, aluden a todo el exceso de información visual y estética que tanto la historia del arte como los medios de transmisión nos han legado; de modo que no es extraño que un artista actual se vea influido en sus creaciones por el arte africano, por la escultura egipcia con sus representaciones zoomórficas de dioses o por el ceremonial hieratismo del Japón.

Por ello, la idea de una cabeza puede abrirse en docenas de direcciones, en cientos de posibilidades y llevarnos desde los más antiguos descubrimientos paleontológicos a las metamorfosis más atrevidas o disparatadas. En la reciente Feria de Arte de La Haya, a la que hemos asistido, hemos visto algunas lindezas semejantes: el hombre de cabeza de cerdo o de cualquier otro animal menos noble, como si, con una antropología en crisis, se intuyese una evolución a la inversa de la de Darwin, es decir, una involución del ser humano.

Curiosamente, Iván Prieto ha gozado de una beca Sócrates Erasmus en la Hogeschool voor de Kunsten Utrech, en Holanda y ha decidido dar un título alemán a su muestra: Brummschädel; schädel es cráneo en alemán y brumm tiene algo de onomatopeya de ruido, lo que, en teoría de la información alude, precisamente, a aquello que impide comprender o entender lo que se nos dice; hay “ruido” cuando hay ambigüedad o cuando el exceso de comunicación impide la claridad de concepto. I. Prieto juega con este desconcierto, sobre todo en la triple cabeza, a la que titula “Overinformation”, que porta sobre si un enorme peso y que no sabe si quedarse muda y ensimismada o si balbucear o gritar; tal vez cualquiera de sus gestos tengan el mismo resultado y todos naveguemos en esa bruma donde lo real y lo ficticio, lo verdadero y lo falso se rocen; y, aunque estemos dotados de enormes orejas, como las conejas, o de largos cuellos, como las jirafas, o de antenas y protuberancias varias que se tienen hacia el espacio exterior, no seamos capaces de percibir más que gruñidos o retazos de la inmensa e inabarcable realidad.

 

Iván Prieto

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