Enseñar para el futuro

El proyecto de Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa –Lomce– tiene dos debilidades. La primera –seguramente su gran debilidad– es ser una criatura del Gobierno del Partido Popular. Por haber nacido con este “estigma” es rechazada por los partidos de la izquierda que, con frecuencia, se otorgan la exclusiva reformista en materia educativa y califican de reaccionaria e involucionista cualquier iniciativa de la derecha.

La segunda debilidad es la torpeza y soberbia del ministro Weer que representó el papel de “toro bravo que se crece con el castigo” y, en lugar de sentarse a dialogar para enriquecer su proyecto de ley con las aportaciones de la oposición, se emborrachó de la arrogancia que le da la mayoría absoluta para sacarla adelante.

A él le corresponde el mérito de haber dado oxígeno a los independentistas catalanes, incluido el presidente en funciones, castigado en las urnas. Y también hay que anotar en su haber el hecho de que miles de docentes tomaran la calle para rechazar su reforma. Es la pena que está pagando por no incorporar a su proyecto las ideas sobre educación de los representantes de esa misma comunidad educativa.

En la opinión pública quedan los ecos del debate tosco y agrio de la semana pasada en el Congreso, en donde se oyeron gruesas descalificaciones. Y queda la amenaza de insumisión, tramada por cinco partidos catalanes liderados por Artur Mas, porque la ley pretende que se enseñe en las aulas de Cataluña el castellano, que es lengua común del Estado y allí lengua cooficial.

Llama la atención que los diputados catalanes –y los otros–, tan sensibles a cuestiones identitarias, se hayan limitado a una descalificación global del proyecto de ley sin preguntarse con qué conocimientos en matemáticas, en ciencias, en lenguas –oficial, cooficial y extranjeras– o en historia deben salir de las aulas los escolares para afrontar los retos que les va a plantear la sociedad de hoy y la del mañana, que será más compleja.

En alcanzar el consenso para que la ley que salga del Parlamento vaya en esa dirección de “enseñar para el futuro” deberían poner todo su empeño el Gobierno y la oposición. Porque es una vergüenza que, con tanto abandono escolar, los políticos no hayan sido capaces de pactar una ley de educación –esta será la octava de la democracia– para que nuestras escuelas sean homologables en resultados a las de los países de nuestro entorno.

 

Enseñar para el futuro

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