Eduardo Baamonde

Expone en Arte Imagen Eduardo Baamonde (Vilalba 1962), acuarelista notable, ilustrador y autor de cuadernos de viaje, entre los que se encuentran Cambados, Polo Salnés con Ramón Cabanillas , De acuarelas por Santiago o Aventura na Mariña; son estos cuadernos de viaje los que demuestran su gran capacidad para captar fielmente el entorno real y, no obstante, su obra pictórica, en gran parte, se nutre de mágicas invenciones, de fantasías de cuento de hadas y de rupturas con la lógica, aunque tras ellas se pueden entrever lecturas, en clave metafórica, de algunos verdaderos y candentes dramas que sufrimos hoy.

Así, tras el ropaje del malvado, que sistemáticamente suele ser protagonista, al lado del sufrido bueno, de tantos relatos infantiles, se pueden esconder mandatarios, banqueros y hombres de poder que hoy nos avasallan y que él representa como Capitostes o Capitostes rascando os petos: orondos señores y mandamases, tocados con exagerados sombreros de altísima copa que representan a la “ruinosa” banca o a quienes nos han llevado a la ruina, amparados en su supuesto prestigio.

Parábola, al revés, de la tan traída y llevada economía sostenible, es su Hábitat epicromático insostible, un pueblecito maravilloso, bajo el que se esconde la parábola de los imposibles y coloreados sueños, de un orden amable y dulce donde las casas puedan levitar y donde vivir sea una fiesta; un parecido simbolismo se trasluce en las obras Trastobelvedere Rías Altas, Trastobelvedere Sur, Belvedere Dickinson y Trastobelvedere zíngaro, lugares donde la fantasía y la necesidad de un bello ver reclama torres que se eleven al cielo y casitas-cajita para guardar las entrañables ilusiones. De gran dramatismo y muy al hilo de los tremendos desahucios que hoy afectan a tantas familias, aunque en principio pueda parecer una amable e inocua historia, puede calificarse su obra Pendentes dun fío, donde pinta casitas que cuelgan en el aire de débiles cañas, mientras dos aviesos señores, en primer plano están al acecho.

La idea de la fragilidad, sobre todo la de la belleza, recorre estos cuadros donde los objetos se sitúan en posiciones imposibles, y se reúnen ad absurdum y nos cuentan historias perdidas en los desvanes de la memoria; así que Tanta pasión para nada, reza el cuadro en que una joven sostiene en su mano un fruto, abocado necesariamente a pudrirse.

Eduardo Baamonde

Te puede interesar