Con el WhatsApp a todas partes

Unas imágenes que veo en televisión hacen que mis neuronas se aceleren. Una familia que disfruta en una playa del Mediterráneo de sus vacaciones. Son un matrimonio y tres hijos. Dos niñas y un niño. Los chavales, entre unos 6 y 10 años aproximadamente. Un día precioso, una playa inmensa, el mar con un color típico del Caribe… ¿y qué hace la familia? Los niños jugando con móviles y tabletas. ¿Y los padres? Lo mismo. Cada cual a su bola. ¿Qué quiero decir con esto? Que las redes sociales tienen atontados al personal. En esa familia parece existir una carencia muy grande de ilusión, de cariño, de gusto, de ideas. Impera la rutina del día a día. Que nadie habla con nadie. El diálogo comienza a fallar. Y ver a una familia en esa situación me trasmite tristeza. Si cuando se van de vacaciones su diversión es esa, apaga y vámonos.
Entiendo que cuando uno decide irse de vacaciones y gastarse una pasta gansa, especialmente en los tiempos que corren, es para hacer cosas diferentes a las que habitualmente vives durante el resto del año. El móvil se ha hecho imprescindible en la vida actual. Es como, si no lo tuvieses, carecieras de amigos. Es algo parecido a aquel chavalit@, que para hacerse notar, necesitase beber. O fumar. Puede parecer un disparate, pero es una triste realidad. Y otra vez el móvil. A todas partes y a todas horas con él. Me parece una pasada ver cómo tanto padres como hijos, cada vez más jóvenes, se enganchan a las nuevas modas que el consumo parece obligarnos a participar de tal orgía.
Hace algún tiempo comentaba con la cúpula la anécdota de dos críos en un bus hablándose por el móvil. Uno sentado al lado del otro. No me lo podía creer. Y yo, ruborizado y sorprendido, frente a ellos. Una parejita en edad de tontear que me producía cierta gracia. Sus gestos, sus risas cómplices y su forma de actuar me hacían pensar en una de esas novelas que se ven en los canales americanos. Evidentemente, esa pareja no estaba haciendo un buen uso de la tecnología. Reconozco que es una sensación estimulante pero que, sin que nos demos cuenta, está acabando con uno de los placeres más bonitos de nuestra sociedad: el diálogo, la charla con los amigos... En definitiva, hablar. Y ese placer hay que recuperarlo. Cuanto antes.

 

Con el WhatsApp a todas partes

Te puede interesar