CIUDADANOS EJEMPLARES

George Orwell nos imaginó hace más de medio siglo. Actitudes totalitarias en sociedades represoras. El Gran Hermano, siempre vigilante. Vecinos que se examinan, la mirada recelosa y esquiva al cruzarse con otra. La denuncia asomando a los labios. Normas, leyes. Caminos marcados de los que no hay que salirse jamás. Ciudadanos ejemplares.

Los tiempos de la mano tendida y la sonrisa son historia. Quizá éramos demasiado inocentes entonces. Casi ridículos de tan condescendientes. Exagerados en la comprensión, en la sensibilidad. Demasiado buenos para ser cierto.

Quizá porque había más de pose que de convicción. La otra cara de la moneda es la desconfianza. Y la acusación.

Viajeros de tren convertidos en guardianes del civismo; tienen en su teléfono línea directa para delatar a quien pone los pies en el asiento o lleva alto el volumen del mp3. Un agente acudirá de inmediato a reprender al infractor. O multarle, si llega el caso.

Tan sencillo como pulsar un botón del móvil. La tecnología al servicio de los chivatos, que se quejan igualmente de los músicos ambulantes, de los mendigos o de quien se sienta en el suelo de la estación. Todo en pro de una ciudad más presentable, más correcta. Mejor.

Los padres se hacen detectives. Siguen la pista a sus rivales en la lucha por una plaza en el colegio soñado. La Administración les facilita los datos de los sospechos de fraude.

Que desenmascaren a quienes intenten la vieja trampa de falsear la dirección familiar. Que se tiren de los pelos unos a otros. Esto es la guerra. Y cuando todo acabe, que coincidan a diario en la entrada de la escuela con sus hijos de la mano y compartan banco en la función de fin de curso.

Se anima a la delación, se premia al acusador. Todos contra todos alimentando un sistema ideado para favorecer el castigo. La labor policial en manos de los ciudadanos. Bajo el título de colaboración, para que se alivien las conciencias. Un click de ratón nos da un poder desconocido.

Y también puede hacernos pasar de anónimos a objeto de investigación. Conocemos historias familiares de envidias que acabaron en un pelotón de fusilamiento. Recuerdos que vuelven para alertarnos del riesgo de retroceder en la historia. De volver a una época que creíamos superada.

La cultura del miedo es la más peligrosa. Nadie está seguro cuando todos se creen centinelas.

CIUDADANOS EJEMPLARES

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