Banqueros en el banquillo

Dice un conocido refrán, castizo como pocos, que cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar. No es la primera vez que un banquero de este país es encarcelado. Baste recordar el caso de Mario Conde.
La decisión del juez de enviar a prisión al expresidente de Caja Madrid Miguel Blesa tiene, en todo caso, la novedad de que es la primera que se produce en estos tiempos tan convulsos, en el que el papel de la banca no solo está en entredicho sino que adquiere visos de estafa tomando como referencia su actuación en casos como el de las participaciones preferentes, cuando son la indolencia y la falta de escrúpulos las que presiden la gestión de una parte considerable de sus responsables. Llama sin embargo la atención que haya sido el sindicato Manos Limpias, al que se le reconocen vínculos más que probados con intereses espurios, el promotor de la denuncia que ha determinado la actuación judicial.
Por recordar una de sus más sonadas iniciativas, cabe aludir a la que determinó en su momento la decisión de apartar a Baltasar Garzón de la carrera judicial. En cualquier caso, una buena parte de esta sociedad verá con atino y seguramente con cierta esperanza que un banquero se siente en el banquillo de los acusados, tal a vez costa de no importar mucho los motivos, aunque estos no guarden precisamente relación con aquellos aspectos más vulnerables de una ciudadanía que, por lo común, se siente más que desprotegida y desamparada por el Gobierno.
Más próximo a esta realidad social se ubica, al margen de las maniobras propias de la banca en aras de favorecer su extensión y permitir siempre operaciones rentables, el hecho de que tal denuncia incluya asimismo el crédito fallido de 26,6 millones de euros que Caja Madrid, bajo la gestión del predecesor de Francisco Rato, intentó conceder al entonces, en un tiempo todavía no muy lejano, mayor representante de la patronal de este país, ya saben, Gerardo Díaz Ferrán, también detenido por un supuesto delito de alzamiento de bienes, y al que, en resumen, la entidad acabó prestando en total 131 millones en plena crisis del grupo que presidía.
En un país en el que los índices de extrema pobreza han crecido un 8 por ciento en apenas cuatro o cinco años, algo debe aportar a la sociedad el que la Justicia actúe también contra la especulación, base del pelotazo moral al que se ha visto sometida y que ha acabado por corroer cimientos antes considerados invulnerables. Lástima que Manos Limpias actúe en una única dirección, que no es otra que la suya propia, especializada en socavar  voluntades, sean buenas o malas, y no sean otros los que lo hagan contra la indefensión de quien no la merece. El Estado, por ejemplo, sin ir más lejos.

Banqueros en el banquillo

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