Bailar con ángeles

Mientras me deslizo A Cañiza abajo en una furgoneta inestable quizás sobrecargada y encima de copiloto o de paquete que de las dos maneras vale, pienso en una frase que Peter Handke traslada de San Agustín: “Aprende a bailar, si no en el cielo los ángeles no sabrán qué hacer contigo”. Estoy aprendiendo, mientras mi vida dialoga con la muerte, y mis pies se entrecruzan, aprietan sus suelas contra el suelo de la furgoneta procurando no molestar demasiado al piloto, aunque de vez en cuando me salga ¿no irás demasiado rápido?

No es que no me fíe del conductor, que es verdad, sino que de vez en cuando se le da por poner un CD, encender un pitillo o beber agua, que tiene todo el derecho. Miro al cielo y veo que se va aclarando a medida que nos aproximamos al mar. Las primeras mimosas, los líquenes sueñan con el cielo subiéndose a lomos de los carballos. La humildad siempre tuvo la vista puesta en el cielo. Dejamos atrás as xestas moradas Melón-Quins, me siento tan humilde como un liquen agarrado a un árbol, todavía no tan húmedo pero falta poco.

Cuando uno no conduce la apreciación que tiene de la velocidad es mayor. De vez en cuando miro hacia el cuentakilómetros que no veo y juego a ver a qué velocidad irá. Me agarro con una mano la izquierda y bajo la ventana para que la sensación de agobio no se note tanto. Mimosas verde-oscuro y amarillo. El mismo verde que los pinos. Ocre los salgueiros. Folgoso, Crecente, Arbo, Melgaço. Mirar es un deporte, me estoy poniendo en forma. Los pies siguen tejiendo el miedo. Vilacoba, As Neves, Ponteareas, Salvaterra, Mondariz.

Otra frase “tu mirada tiene que guiarte, no tu cerebro” Ahora la distinción no es nítida, otra bajada con desnivel del 5%, llueve, la sensación de culeo es total. Ángel, ángel, enséñame a bailar pero no sobre hielo. Entonces surge la hecatombe sonora, las rancheras de las que el conductor está enamorado y el gran Jorge Negrete edición tres euros de gasolinera. Levito, todo México llora, se emborracha y sufre mal de amores. Llego a la chatarrería que parece Vigo por sus construcciones anárquicas, todo desparramado. Miles de dados tirados por la ladera de una montaña. La humildad se presenta cuando no conduces, cuando llueve y no tienes paraguas, en definitiva cuando tu vida no depende de ti, entonces tienes que bailar con ángeles.

Bailar con ángeles

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