A vueltas con los salarios

En una viñeta reciente, el humorista Salas dibuja a un grupo de trabajadores en fila ante el departamento de nóminas de la empresa y cuando llegan a la ventanilla cada uno recibe un bocadillo por todo salario. Puede parecer una exageración propia de humor negro, pero al paso que vamos la realidad llegará a superar a la ficción y acabaremos trabajando por la comida como dicen que ocurría en los años de la posguerra.
A finales de mayo, el Banco de España proponía medidas como contratos fuera de convenio o la supresión del salario mínimo interprofesional para los trabajadores con menos cualificación o de segmentos de edad con mayores dificultades para encontrar empleo, una propuesta que linda con el concepto de los mini empleos, trabajos de jornada reducida y de muy baja retribución. Poco después, el Fondo Monetario Internacional “aconsejaba” ahondar en la reforma laboral para abaratar más el despido y la rebaja de salarios que “aún tiene recorrido”, como remedio para reducir un paro “inaceptable”.
Es verdad que la reforma laboral en vigor ni frenó el paro, ni facilitó la contratación, ni dinamizó la economía. Lo que sí consiguió fue reducir los salarios, abaratar el despido y dinamitar el modelo de relaciones laborales a criterio de la empresa. También es verdad que al no poder devaluar la moneda, la reducción de salarios es un elemento importante de la devaluación interna. Es la receta que las empresas aplican como mecanismo de ajuste en tiempos de recesión, cuando la moderación salarial es necesaria.
Pero el ajuste salarial, obsesión del supervisor y del Fondo Monetario, no tiene más recorrido entre la inmensa mayoría de los asalariados del país que solo llevan para casa a fin de mes el salario mínimo interprofesional de 643,3 euros y los que llegan a mileuristas se consideran privilegiados. Ya me gustaría saber qué harían el señor Linde y la señora Lagarde con estos salarios. Claro que él cobró 81.320 euros de junio a diciembre de 2012 y ella se embolsa más de medio millón al año. En sus niveles salariales sí hay margen y recorrido para la rebaja.   
Algunos dirigentes de este “modelo” económico ultraliberal quieren convertir a los trabajadores en esclavos y recuerdan al torero que en medio de la plaza gritaba “¡Dejadme solo!”. Como si el sistema que defienden no necesitaran a los empleados, que merecen más de lo que les pagan por su trabajo y, además, son consumidores que tiran de la demanda interna para dar trabajo a las empresas y reactivar la economía.  

A vueltas con los salarios

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