ALLÁ por la noche de los tiempos, cuando era cantautor, Lluís Llach guardaba en la funda de la guitarra un palo al que él llamaba L’Estaca, con el que anardecía a las masas. O era de buena madera, porque acabó en el desván cuando decidió dedicarse a otras actividades –viticultor y diputado independentista–, o le dio un tratamiento antipolilla fenomenal, porque hace unos meses la recuperó y amenazó con ella a los funcionarios avisándoles de que morirían entre terribles sufrimientos si no apoyaban el procés. Veremos si no tiene que volver a darle su uso original para sobrevivir, porque el beneficio de su bodega cayó un 33% el último año. FOTO: lluís llach implora al cielo | aec