Rufián, ese gran español

GABRIEL Rufián, el republicano catalán en cuyo honor compuso la banda de música del Congreso el pasodoble “Rufián, eres el más grande, se ve que eres un charnego”, versión 3.0 del clásico “Marcial, eres el mas grande, se ve que eres madrileño”, se afana en desempeñar lo mejor posible su cometido en la Cámara Alta: proveedor oficial de esposas –de grilletes, ¡eh!, que no le ha dado por la trata de blancas– de los diputados que disfrutan con juegos secretos. Confía en que su desvelo le sirva para que se le perdonen todos los pecados originales derivados de la pureza de sangre española y además de esos trapicheos alza de vez en cuando la voz, como haría un cantaor de flamenco, para expresa sus quejíos, que intenta que suenen a machada de Gary Cooper en un western. “Os veremos ante un tribunal internacional”, acaba de proclamar al conocer que el Supremo había vuelto a negar la libertad a Junqueras. Pues nada, que vaya preparando el pasaporte español para cuando tenga que ir a esa corte supranacional.

Rufián, ese gran español

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