Por un buen entierro

UN conocido fontanero –político, eh, no de los que arreglan tuberías– recibía asistencia médica después de un pequeño contratiempo y se quejaba: “Dóeme o pulso”. La enfermera, catellanohablante, le respondió: “El pulso se tiene o no se tiene, pero no duele”. El doente insistía en que estaba sufriendo un tormento, pero ni se le pasó por la cabeza explicarle que el pulso para un gallego es lo mismo que la muñeca para un espanhol. Si lo hubiese hecho, no habría podido rosmar sobre la ignorancia de la sanitaria y él si no rosma, sea de lo que sea, no es él. La enfermera simplemente debió de pensar que tenía delante a un borde. No lo conocía de nada, pero no iba desencaminada. Ese problema lingüístico se resolvió con facilidad, pues el doente do pulso non tiña nada en la muñeca, pero en Mallorca la cosa podría ser más grave, ya que para trabajar de enterrador en un cementerio habrá que saber catalán. Lógico, a lo mejor el muerto no está muerto y cuando pide que no le echen más tierra encima que quiere salir del ataúd, el otro no le entiende y no deja de echar paladas sobre la caja.

Por un buen entierro

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