Resulta increíble que el ego de una persona sea capaz de poner en jaque a un Estado. Esto es lo que sucede con Carles Puigdemont. Sus ansias por mantenerse en el machito, por ser el president legítimo de una Generalitat golpista y que ya no existe, no solo pone en peligro la integridad de España sino que, además, está provocando una brecha en la sociedad catalana. Y la mejor muestra de que todo lo que hace es por su propio interés, es el lanzamiento, el pasado sábado, de un nuevo partido que amenaza con diluir al PDeCAT y a todo aquello que se le ponga delante. Su opción egoísta y cobarde de fugarse en lugar de aceptar las consecuencias (sabidas) de sus actos perjudica incluso a sus compañeros de Gobierno, ya que si continúan en la cárcel es para impedir que puedan hacer lo que Puigdemont hizo: huir. La cuestión es saber cuánto tiempo seguirán los catalanes seducidos por este gran amigo de sí mismo. Mientras esto siga siendo así, el conflicto catalán no tendrá solución.