El peligroso uso de los aeropuertos como arma

EN otros tiempos, los señores feudales eran capaces de comer juntos, emborracharse juntos, echar unas risas juntos y a los dos días abrirse la cabeza a espadazos. Ahora, los alcaldes de las ciudades gallegas con aeropuerto son más discretos en el comer y el beber –sus enchentas de sólidos o de líquidos, si es que alguna vez se las pegan, porque la verdad es que todos lucen tipito– y se limitan a golpearse en la cocorota con los aeródromos. Y lo peor es que se ríen, pero no unos de otros, sino realmente de los ciudadanos, que son quienes acaban pagando las consecuencias de su absurda competencia. Pero quien de verdad disfruta es el alcalde de Oporto, Rui Moreira, que ve como la clientela del aeropuerto Sa Carneiro aumenta cada día. Pues nada, a seguir carcajeándose.

El peligroso uso de los aeropuertos como arma

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