La morriña de Beiras

EL ya octogenario Beiras –el viernes cumplirá 81– está morriñento. No le llena que lo hayan dejado para que se pase el día tocando el piano, como si fuese Mari Cruz Soriano. A él le gusta la actividad, dar zapatazos en el Parlamento, puñetazos en la mesa, la marcha, vamos, y entonces reaparece de vez en cuando y si oye el nombre de Feijóo, a quien califica de “chupatintas”,  asegura: “Ya quisiera yo tener enfrente a un Fraga”. ¡Qué rica debió de estar aquella comida que compartieron en el Vilas!, porque menudo respeto siente por el fallecido expresidente. O será que guarda unos recuerdos especiales de aquel abrazo en el Parlamento que puso de los nervios a los coroneles de la UPG, por entonces los jefes del nacionalista del pelo crecho. Sabe Dios, pero sorprende que ahora eche unas lagrimitas por el político vilalbés. Aunque ya se sabe aquello de xente con xente y quizá a él le era más fácil entenderse con los de su generación que con la chavalada que manda en Galiza, que sigue sin ser ceibe y socialista.

La morriña de Beiras

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