El mal de muchos en el que siempre incurrimos

QUE a estas alturas andemos los gallegos más preocupados en saber si se actuó con rapidez ante el incendio de Verín o si, por el contrario, hubo un problema de coordinación, deja muy a las claras uno de los graves defectos de nuestra sociedad. Lo normal es que todos estuviéramos haciendo piña, intentando dar con el descerebrado que provocó el fuego y, por supuesto, planteando alternativas y soluciones que permitan minimizar el daño causado por las llamas en la zona afectada. En lugar de eso, nos enzarzamos en una guerra de cifras, en las que se cuentan los minutos que tardaron los aviones en actuar o los litros de agua que se arrojaron en la zona para intentar sofocar el incendio. Al final aquello del mal de muchos de Rajoy (aunque él lo dijera a su manera), sigue funcionando.

El mal de muchos en el que siempre incurrimos

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