Las dietas del exilio

LLEGA el verano, llegan los calores, incluso a Alemania, y Berlín es un sofoco, así que nada mejor que mudarse a Hamburgo, que es puerto de mar y tiene una temperatura más soportable. Dicho y hecho. El prófugo Puigdemont, cuyas maletas ya tienen más kilómetros que las de Willy Fog, se ha marchado a la gran ciudad del mar del Norte. ¿No tenían los zares su palacio de verano? Pues por qué no lo va a tener él. Está también la seguridad del expresident. Parece ser que en Berlín ya le habían llamado de todo algunas veces cuando paseaba por la calle. Seguro que era un emigrante –quién sabe si gallego– o un turista, pero no cabe la menor duda de que se trataba de una bestia salvaje con pasaporte español. Eso sí, el traslado no le va a costar ni un euro –la pela es la pela– si sale adelante la propuesta de sus subordinados de Junts per Catalunya para que tanto él como los diputados presos cobren dietas por desplazamiento, ya que están muy lejos del Parlament. No hay problema, al resto de los españoles les toca pagar la renta en un par de días y habrá dinero en caja. 

Las dietas del exilio

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