La merienda mañanera

DESDE que renunció a la presidencia de honor del partido al que condujo al deshonor más absoluto, pues durante su imperio fue cuando la corrupción se desbocó, y se metió a lobista, con “b”, no con “v”, o sea, no es un depredador de mujeres, sino de voluntades, Aznar tiene mucho tiempo libre. Como se aburría tanto, cada dos por tres se explayaba casi a diario con una homilía demonizando a Rajoy, todas ellas con el mismo título: “Duro y a la cabeza”. Retirado Rajoy, entró en un período de mudez, que debió aprovechar, entre cup y cup de café con leche con su políglota esposa, para preparar su comparecencia en la comisión parlamentaria que investiga la supuesta financiación irregular del PP. Era por la mañana, pero se fue merendando a todos los rivales que se ponían por delante, y en especial a Pablo, antes Pablo Manuel, “Viva la Gente” Iglesias. Lo dejó para el arrastre con una frase lapidaria: “Usted me parece un peligro para las libertades y la democracia en España y lo demuestra cada día”. La verdad es que no le falta razón. 

La merienda mañanera

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