Una gala mucho más tranquila

qué lejos quedan aquellas galas de los Goya a cara de perro, con actores, productores, directores y todo lo que acaba en “ores” aprovechando sus tres segundo de gloria en la pantalla (en este caso la pequeña) para reivindicar absolutamente cualquier cosa. Del no a la guerra al fin de los recortes o la bajada del IVA, el habitualmente soporífero espectáculo del cine español terminaba convertido en una plataforma de enfrentamiento contra al Gobierno. Y, ahora, con Pedro Sánchez vistiendo flamante esmoquin sentado en la platea, todo fue como la seda. La gala, no nos engañemos, fue igual de lenta y aburrida, pero esta vez no hubo discursos incendiarios. Como mucho, una petición sosegada de más apoyo para el sector, que no consigue levantar cabeza a pesar de que año tras año, la calidad de las cintas es cada vez mejor. Ojalá algún día esta industria pueda vivir sin subvenciones.

Una gala mucho más tranquila

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