El éxito es ir tacita a tacita

cuando Pedro Almodóvar era un semidiós, allá por la España felipista, y todos los españoles estaban obligados a rendirle pleitesía, ser una chica Almodóvar era un chollo. Que se lo digan a Carmen Maura, que saltaba del rodaje de las pelis a los anuncios televisivos y tacita a tacita se hizo un capitalito. En la Galicia mareante, en la que un laureado productor cinematrográfico como Pancho Casal, a quien Fraga regó de millones para que Continental, su empresa, fuese una pieza básica del pujante sector audiovisual gallego, se ha pasado a la banda de la xente do común, practicar la estrategia de tacita a tacita se ha convertido en un monopolio de los nuevos semidioses enxebres. Martiño “2.0” Noriega la ejecuta como nadie y va troceando contratos para adjudicárselos a los amigos por vía dactilar –el dedazo– y que no se note tanto la chafallada. Y así, tacita a tacita, consiguen no un capitalito sino un contrato gordecho. Que se lo digan al proyecto de autoxestión Matadoiro Compostela, que jamás tendrá que jugar a la Lotería de Navidad.

El éxito es ir tacita a tacita

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