El voto de obediencia

ALEXANDRA Fernández, la bipolar –mareante en Galicia y podemita en Madrid– exportavoz en el Congreso de En Marea, originariamente un espacio multicultural hispano-galaico y ahora sabe Dios qué,  aún tenía un mérito para ocupar ese puesto: su amistad con la hija de Méndez Ferrín, santón jurásico del nacionalismo de la nazón de Breogán. En cambio, Tone Gómez-Reino, el pijo coruñés que para intentar ocultar sus orígenes firmó a favor de la liberación del sanguinario De Juana Chaos, tiene como único mérito para actuar como voceiro el reparto de cuotas de protagonismo por el que se rige la formación. Sin embargo, de vez en cuando abre la boca, como ha hecho ahora para reclamarle al Gobierno que preste atención a la agenda gallega y en plan machirulo le recuerda a los socialistas que necesitan sus votos para seguir en la Moncloa. ¡Qué simpático es! Sus votos no son nada en sí mismo; simplemente lo que Pablo, antes Pablo Manuel, “Viva la Gente” Iglesias quiera que sean. Él manda y la xente do común obedece. 

El voto de obediencia

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