El peligro de ser florista

ADA Colau, el último capricho de la burguesía catalana, es un ser poliédrico con tantas caras que es imposible descubrirlas todas: activista antidesahucios, alcaldesa, mecenas de okupas, separatista, paracaidista electoral, emisora de moneda, rebautizadora de calles, impulsora del Ejército de Catalunya, sectaria con las víctimas del terrorismo, promotora inmobiliaria de mezquitas, chanchullera con los alquileres, enemiga de los cruceros, perdedora de cuestiones de confianza, ferviente practicante del postureo, enemiga acérrima de la selección española de fútbol, chivata de las operaciones de la Guardia Urbana contra los manteros... y ahora también martillo de las floristerías. Ha lanzado una ofensiva contra esos comercios y ha impuesto multas de 1.800 euros a aquellos que exponían en la puerta las plantas, muchas de las cuales tienen que estar en la calle por ser de exterior. Los vendedores están indignados, pues los manteros ocupan las aceras y la alcaldesa no mueve un dedo contra ellos. Si los floristas ofreciesen falsificaciones de plantas no les pasaría nada.

El peligro de ser florista

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