El ciclón que no fue

No es de extrañar que cada vez que se realiza uno de esos rankings de las profesiones más peligrosas del mundo aparezca la del periodista. A buen seguro que se refieren a los corresponsales de guerra, esos que acostumbran a mandar sus crónicas mientras las balas silban a su lado. Sin embargo, tampoco hay que minimizar el peligro que tienen los corresponsales de provincias de las cadenas estatales de televisión. Ayer mismo, cualquier telediario de cualquier compañía se convirtió en el claro ejemplo del riesgo que sufren esos profesionales que, micro en mano, se dedicaron a buscar los restos de ese huracán que, gracias a Dios, no llegó jamás a España. Así, los pudimos ver con cara de susto narrando que los vientos habían alcanzado en Zamora los 90 kilómetros por hora y, era tal su expresividad, que el espectador se metía en el papel y sentía hasta como el pelo se le alborotaba a cuenta de tanta tormenta. Eso sí, allí por Cedeira, donde un día sí y otro también los vientos superan los 130 kilómetros por hora, más de uno se atraganta con la comida a causa del ataque de risa.

El ciclón que no fue

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