Echenique y la ética

Retorcer el código ético de un partido es tan fácil como escurrir una bayeta. A la hora de presentarlo, los políticos adoptan un gesto grave, como si asistiesen al entierro de un familiar muy querido, pero cuando corresponde aplicarlo les entra la risa floja. Da igual el partido al que pertenezcan y al que, por lo tanto, quieran hacer pasar por el adalid de la regeneración, porque cuando llega el momento de aplicárselo a un compañero se olvidan de ese compromiso. Ahora ha llegado el momento de que Podemos demuestre si su manual de buenas prácticas es de obligado cumplimiento para todos o solo para unos cuantos. El tierno herbicida Pablo Echenique –“soy muy del amor y esas cosas, pero la mala hierba hay que extirparla”– se encuentra en una situación complicada. La justicia ha ratificado la sanción que en su momento se le impuso por contratar en negro a su asistente y no pagar a la Seguridad Social. El código ético dictamina que los delitos contra los trabajadores llevan aparejada la dimisión. Veremos qué ocurre.

Echenique y la ética

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