La capacidad de la Marea para comunicar sus decisiones

MARK Zuckerberg nunca sería un  asiduo de la piscina de Riazor. Venir cada dos o tres días desde California para hacer unos largos no le saldría a cuenta ni siquiera teniendo la cuenta corriente que tiene, que, en cambio, le sirve para hacer en su casa, a orillas del Pacífico, la cantidad de piscinas que le dé la gana y con el diseño que más le apetezca. Pero no es solo una cuestión de pasta; la edad, sus treinta y pocos años, abre una brecha gigante con los usuarios de la instalación, con quienes además tampoco podría hablar de su gran regalo a la humanidad, Facebook, ya que unos no saben que existe y otros sí lo saben, pero lo ven como algo exclusivo de sus nietos. Pues bien, cuando a principios de esta semana se descubrieron unas filtraciones en el techo que obligaron a cerrar la piscina, que así permanecerá al menos quince días, ¿cuál fue el medio utilizado para comunicárselo a los bañistas...? Efectivamente, Facebook. Para que después venga un listo y diga que la Marea, nasía pa’ganá, no conoce la realidad de A Coruña.

La capacidad de la Marea para comunicar sus decisiones

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