El calor se gana el puesto de verdugo de las malas hierbas

La verdadera heroína coruñesa nunca fue la que se vendía en Penamoa, sino María Pita. Lo mismo ocurre con el aroma de la ciudad; el genuino es el cheire a Bens y no el olor a vinagre que intentó imponer María García, biotopo pata negra. Concejala de Bienestar Vegetal durante los cuatro año en los que la Marea, nasía pa’ganá, mantuvo paralizada A Coruña, le dio por matar las malas hierbas –hierbas espontáneas, decía ella– con vinagre, con lo que en cuanto cualquiera paseaba por una zona verde tenía la impresión de que se había caído en una ensaladera. ¡Qué felices fueron los directivos de la patronal del vinagre al dispararse las ventas! El relevo en el Ayuntamiento ha traído consigo un cambio en los métodos para practicar el floricidio, de los que ha quedado excluido el uso de ácido acético. A propuesta de los técnicos, se empleará el calor. ¿Secador del pelo?, ¿manta eléctrica?, ¿edredón nórdico? Aún no está claro, pero habrá que confiar en que el medio elegido para elevar la temperatura no sea el fuego, porque con la cantidad de malas hierbas que hay que matar iba a hacer más calor en la ciudad que en el infierno.

El calor se gana el puesto de verdugo de las malas hierbas

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