Al borde de una crisis identitaria


SI a la niña Soraya le montó un despacho en Barcelona para que amanse a los independentistas catalanes y los devuelva al redil, ya puede ir pensando Rajoy en abrirle otra oficina en Santiago para que calme a los galegueiros más radicais. Su afirmación –de él, del presidente– de que “De Aznar lo único que voy a decir es nada” fue calificada por los sesudos analistas madrileños –non nos entenden, non– de puro ejercicio de gallego. Los nacionalistas de la nazón de Breogán se pusieron de los nervios con semejante ofensa y algunos ya sugirieron convocar un referéndum.

Al borde de una crisis identitaria

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