SER antitaurino es tan legítimo como amar la tauromaquia. Pero más importante que tener unos gustos u otros es ser persona y quienes han expresado a través de las redes sociales su deseo que muera un niño de 8 años enfermo de cáncer por el mero de hecho de que sueña con ser torero, podrán tener apariencia humana, pero carecen de entendimiento, que es lo que distingue a las personas de los animales.