La ciudad, en sí misma, tiene encanto suficiente como para ser escenario de una película. Pero es que por encima de todo, tenemos historias para hacer mil y una películas. Que si invasiones durante la Segunda Guerra Mundial al estilo Normandía, que si ahora sabemos que en los 50 la CIA puso su ojo en la urbe... Si nos vendemos a Netflix, renovamos todas las calles.
