Sergio Bermúdez, en Black Box

La galería Black Box, sita en Santa Lucía, 3, es un espacio expositivo, creado recientemente por José Eulogio Rouco Lamela ( JERL), (Vilalba, 1959), fotógrafo, video creador  y catedrático de dibujo de Adormideras, que apuesta porque su novedosa Caja Negra acoja a artistas y exposiciones singulares. 

Tal es lo que ocurre con su actual muestra de Sergio Bermúdez, al que titula como “a hidden painter” o “el pintor oculto”, debido al silencio expositivo que mantiene desde los años 90, en que realizó exposiciones en el Centro Gallego de Madrid, Liceo de Betanzos, Sala Banco Bilbao de Vigo, Sociedad Cultural de Sada y Hércules Coruñés; pertenece, pues, a esa categoría de artistas para quien lo importante no es hacerse un nombre, sino crear y hacerlo con la libertad de expresar las más íntimas pulsiones del espíritu, para las cuales la gestualidad es el método más apropiado y la técnica más idónea es la aguada sobre papel. 

Nacen así obras abstractas, un tanto en la línea de la action painting o arte de acción y del dripping, que expresan estados de ánimo y las vibrantes explosiones de la vida en su apasionada y terca necesidad expansiva, como ocurre en la obra “Caos vital”, una de las pocas que lleva título. 

Son obras de aparente espontaneidad, pese a lo cual se percibe claramente el instintivo control de quien domina los ritmos de la composición, el equilibrio de las masas, la gracia y ligereza de las líneas y la justa tonalidad del color; con todo ello crea una escritura personal y abierta, que se trasluce en campos de energía  que a veces pueden recordar  espirales del crecimiento, formas vermiculares o serpenteantes, corpúsculos de  criaturas biológicas en  expansión, o incipientes anatomías de homínidos, de aves o de peces; un inacabable y continuo fluir de  irradiadoras fuerzas , de ritmos sinuosos, de grafismos  y manchas que se agitan en el espacio como a la búsqueda de inéditas configuraciones o de su oculto ser. Se trata de dibujos relámpago, en los cuales no interviene la vigilancia de la razón y que, por lo tanto, pueden ser parangonados con el automatismo psíquico del surrealismo que, si bien , en su momento, André Breton formulara para la poesía, pronto pasaría a otras manifestaciones, como el expresionismo abstracto. 

Cierto que Sergio Bermúdez no quiere militar en ninguna escuela, ni sigue las directrices de nadie, pero, precisamente por lo que tiene de libertad expresiva y de alejamiento de cánones preestablecidos, se situaría en las coordenadas rompedoras del academicismo que iniciaron las vanguardias del siglo XX. y es esta libertad, que se aleja del mimetismo de la figuración y de la copia de las formas de la naturaleza visible, la que abre campos de sugerencias que tan pronto son fondos acuosos, en los que sobrenadan  volanderos flujos expansivos  de auras violáceas; como surgen contrapuntos de tintas negras y rojas, de verdes y rosados, de azul turquesa y de naranja; o dibuja ondulantes líneas que crean senos y recovecos para acoger el símbolo del infinito.

Sergio Bermúdez, en Black Box

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