A PAISAXE IMAXINADA DE XULIO GARCÍA RIVAS

Xulio García Rivas ( Borraxeiros. Agolada. Pontevedra) expone en la galería Atlántica sus paisajes y jardines imaginarios,  acompañados por versos de poetas amigos que extraen sinestesias de las ingrávidas superficies de sus cuadros, en las que él, maestro de sutilezas, consigue distribuir el color en levitantes y ligeras aguatintas. Al borde casi de la des-materialización, lo que está presente es el puro pálpito de la luz, descomponiéndose en leves manchas o abriéndose en gaseosas y transparentes cortinas que viajan en el aire.
Todo flota y fluye, como llevado por volátiles corrientes y se convierte en etéreo vilano, ya recuerde una flor, una frágil ramita o las palabras borrosas de un antiguo palimpsesto. De este modo, lleva a su máxima expresión el intento de los impresionistas por liberar a la materia pictórica de sus propiedades de peso y solidez y se acerca o incluso sobrepasa al Monet de los nenúfares y desde luego comulga con algunos de los logros de la abstracción lírica; por eso, los suyos son paisajes del alma, ondas de huidiza belleza que conmueven, como lo hace la música, las entretelas de su ser  y como ella, a veces, tienen los tonos sombríos de las tempestades y otras se convierten en luminosas vibraciones de gozosa fruición; a veces se tiñen del misterio intraducible de las nieblas, entre las que palpitan oscuras configuraciones borrosas y otras abren azules inmensidades para Atlánticos infinitos.
Contemplando su obra es posible sentir el palpitar del pincel que teclea más que pinta o se desliza en arpegios, para que los puntos de color suenen como alas de soñadas aves sobre los estanques y remansos de las aguas profundas o para que los pétalos de las flores digan su elegíaca canción de transitoriedad. La belleza es inasible, huidiza como las notas musicales, como el eco que deja en aire el recitado de un rapsoda y de esa belleza que se va desdibujando, tras haber dejado una huella, un perfume, un hálito impalpable, se nutren las caligrafías de Xulio García Rivas que, entre doradas, o perlinas o rosáceas luces, es capaz de desparramar jardines de albas flores o de elevar al cielo, como claveles, anhelos de color carmín; pero también es capaz de traducir la fuerza de la catarata que se despeña por el monte, entre plúmbeas  y sombrías agitaciones, o las tormentas que amenazan la Costa da Morte. En todo caso, lo que él pinta –como acierta a decir Xavier Seoane– “ …son formas puras e enerxías encontradas, evocacións no límite, sinfonías lumínicas, tonais. Epifanías da contemplación”

A PAISAXE IMAXINADA DE XULIO GARCÍA RIVAS

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